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Todo cae y se acrecienta.

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T odo cae y se acrecienta. Caen los ángeles sin importarle que su caída encarne la inclemencia de nuestras apreciadas ilusiones. Caen sobre los bosques de donde surgió el resplandor que ahora llevan los ciervos. Caen y no volverán a ser contemplados porque la esencia de cualquier quimera perdura en todo aquello que se disipa. Caen con el propósito de que los hombres no aspiren sentarse a la sombra de sus alas. Caen porque así cayeron los leones de alabastro que ostentan los reinos para demostrar su poder. Lo que cae, sin dilación, asciende con otro nombre en un ciclo que preserva y devora. Con la ascensión se restablece el orden de lo que fue insólito. Se renueva el garabato en cual se ha escrito la historia del mundo. Cobra esplendor la calcinada tierra, Pasta el ganado en los brazos de ciertos dioses. Al parecer los hombres no pueden estar por mucho tiempo vacíos de ensueños,  
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Al narrador colombiano Armando Caicedo E n esas noches amargas, confundo las voces de los amigos que ya no están con el aullido de los perros. Presiento la cercanía del cuervo que calará con el pico los soportes de mi cama. Uno intenta quedar sereno ante desfiguraciones que emanan de la soledad. Pero de pronto aparece una casa a punto del desplome. Sentado sobre el techo, un niño le demanda al cielo que su madre renuncie buscar refugio en la despensa, Ella no ha salido a ver las estrellas, no sabe del pájaro blanco que puntual se posa en el horizonte . El niño exige con vehemencia que al padre le sea devuelto el ojo y la mano.   Ojo para verlo de cerca y mano que le aplaque el espanto. Siempre con la vista fija en las alturas, las piernas balanceándose en el borde de la cornisa, el niño exige recobrar la carta del hermano caído en combate ¿Que habrá escrito bajo el humo de los obuses?   ¿Cuál mensaje no logró trasmitir a los que agua
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 A mis hijos, Giddelis y Ramses R amas que nacen del mismo tronco.  Árbol sembrado para que en el porvenir  no se transformará en carnicero del alma. En la lejanía los vi crecer,  y detrás de las cercas en un soplo se van los años. Los mensajes llegaban tardíos en aquel territorio  donde alabanzas y maldiciones se gritan en otra lengua. Una sonrisa nunca será plena dentro de un sobre sellado. Poco faltó para perderlos en aquella huida. La libertad tuvo más fuerza que permanecer amándolos. Y no les pude cumplir la promesa de cambiar el mundo. Hubo tantas patrias, que al final ninguna fue verdadera. Afortunados ustedes que nunca donaron sus manos  para construir la tribuna que se debía reverenciar. Al menos preservaron el canto al que lleva a cuesta un planeta roto. Bendecidos en esta concurrencia que el capricho del Eterno ha propiciado. Dichosa la grandeza de quienes abren sus brazos  al que retorna con destellos que sin
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S oy madero. Afuera cuelga en oscilante ocio  la fruta que cae y se fermenta.  En la corteza el bálsamo  marca la piel de quien busca reposo. Quien me iguale lo sacudirá el viento. Sabrá de inclinación y ruptura. Querrá ser fuego que no sangre. Bestia, dios, hoguera de espigas. Contemplad los pájaros picotear  Hasta crear el surtidor de aserrín  que estiban al amanecer caravanas de hormigas. Todo resguardo, sin distinción. Luz que verdea cuando los amantes se tumban  fuera o dentro del bosque. Ámame mientras dure.  Detrás del puente cuyos pilotes atañen  a los talados troncos que a veces sangran  Dentro del tren que surca entre los arcos  cuyas sombras enarbolan   Esperad mi ascensión y hurgare con dóciles golpes  los ventanales del aposento.

Al memorable Heberto Padilla

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Al memorable Heberto Padilla Contra humo y ceniza, amigo.  Que no reduzcan nuestras vidas a eso.  Tratemos que el olvido no nos venza,   que la mesa en desorden   no impida escribir sobre el paraje  donde se depositan las mejores ilusiones. Llega el verano y demasiado resplandor impide mirar de frente  a las esbeltas muchachas que nada saben de ti,  pero que con seguridad te hubieran amado. Si conocieras a la que inspira mi atardecer,  mandarías a una escuadra de poetas rusos   que dispararán contra esta repentina locura.  Así a veces somos, tercos, pretenciosos.  Nos tambaleamos, estamos a punto de cerrar los parpados,  y a pesar de esto, creemos con inusual vehemencia  en el nuevo rostro que se acerca. Que no te rompan la alianza, que no te impidan cenar  con la loba solitaria en el radiante huerto.  Ya bastante nos han encausado, asustados hemos ido por el mundo… San Francisco, C.A. 2000

Poema: El Hombre cruz

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El hombre cruz, cuya boca es un manantial de perdones,  sabe el disfraz que hay que ponerse en esta época  de bombas y estandartes. Con la barba amarillenta y  sandalias desvencijadas,  se sienta conmigo a tomar un café en una de esas fondas que hieden a grasa que se pudre. Luego, en silenciosa marcha nos encaminamos  a la vieja ceiba, hacemos la ronda en busca del amor  que a toda costa hay que recobrar,  para bien de los hombres, y para bien de mi mismo. Hay gente que al verlo lo distingue,  y le pide con insolencia un traje de novia,  la carpa de un circo,  caballos de pura raza que asciendan ligeros  hacia la cima de una montaña.  Y cuando el hombre cruz, pálido como la cera derretida, nada puede ofrecerles,  la gente enfurecida se pregunta:  ¿quién es ese que vende limones  en los cruces de los arrabales  y lo persigue una jauría que lame  las llagas purulentas de sus tobillos? Y el hombre cruz poco antes de partir, confies

Eduardo Campa un poeta que dormia dentro de un roto carro.

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Reunion

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De la palabra a la plástica: dos artistas polifacéticos ELENA IGLESIAS Especial/El Nuevo HeralEl Nuevo Herald Empezó a escribir a los 18 años y hoy tiene 28 libros publicados, entre novelas, ensayos y poemas. ''Estoy feliz con mi obra'', dice el escritor y pintor cubano Carlos Díaz Barrios, que salió al exilio en 1980. Afirma además que siempre ha tenido interés por la pintura. ``De niño tuve la suerte de conocer a importantes pintores cubanos que me marcaron. Por ejemplo, mi abuela era amiga de Amelia Peláez y yo le llevaba casi todos los días a Amelia un dulce de su parte. Ella siempre quiso regalarme un cuadro, pero en esa época su pintura me parecía muy femenina y nunca se lo acepté. Hoy me pesa. Solamente al final, me regaló una jarra de cerámica azul donde tenía los pinceles, que siempre guardé con cariño''. Para Díaz Barrios, pintar es como correr una ventana y ver como sale el sol. El artista ha pintado febrilmente desde
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18 diciembre Exposicion De la palabra a la plástica: dos artistas polifacéticos ELENA IGLESIAS Especial/El Nuevo Herald C.M. Guerrero/El Nuevo Herald 'Jinete hacia el abismo", de Alejandro Lorenzo. Empezó a escribir a los 18 años y hoy tiene 28 libros publicados, entre novelas, ensayos y poemas. ''Estoy feliz con mi obra'', dice el escritor y pintor cubano Carlos Díaz Barrios, que salió al exilio en 1980. Afirma además que siempre ha tenido interés por la pintura. ``De niño tuve la suerte de conocer a importantes pintores cubanos que me marcaron. Por ejemplo, mi abuela era amiga de Amelia Peláez y yo le llevaba casi todos los días a Amelia un dulce de su parte. Ella siempre quiso regalarme un cuadro, pero en esa época su pintura me parecía muy femenina y nunca se lo acepté. Hoy me pesa. Solamente al final, me regaló una jarra de cerámica azul donde tenía los pinceles, que siempre guardé con cariño''. Para Díaz Bar
Nací en una Cuba que ya no existe, en una Habana que de tanto recordar ahora es invisible, 1953, año de la Serpiente, en Abril, un 18, la primavera, tiempo de suerte. Nací medio estrangulado, al parecer no quería salir, fue en la Calzada del Cerro, en un hospital con nombre de virgen, frente a un tren de lavados, allí los chinos y sus fogosas mujeres, al lado de un convento de muchachas inútiles. Estudié arte porque no quería ser químico azucarero, ni mecánico de carreras de autos. Escuela San Alejandro, desdibujaba, malas notas, buen profesor de historia de Arte, Alejo, buenas notas. Persistí como pintor hasta los 70, fui expulsado y terminé en los bosques del Este, en las montañas, comencé a escribir versos incendiarios, nada de eso queda, quizás algún que otro poema en los archivos de los que hoy son viejos gendarmes.