Carta al maestro Carlos Aurelio.










Al poeta Carlos A. Díaz Barrios



Hemos arribado tarde a la otra orilla, 

y una nueva bestia ha esperado nuestra llegada.


A nacer volvimos, cuando la mayoría
no quería que hubiéramos nacido.
El débil y el fuerte, tú y yo, no sabemos afrontar 
la abundancia de tanto reino.
Ahorcados somos del colosal bullicio 
que de tan grande, enmudece.
Buscamos verdades en esa raza
donde todavía apalean a las muchachas
cuando pintan de carmín sus labios.

¿Entonces qué ha quedado de lo que acarreábamos en aquella  travesía?
¿Valió la pena conferir nuestras manos a otra obstinación?
Si detener la marcha conlleva infortunios.
¿Prorrogarla hacia dónde nos conduce?

Ningún conjuro vuelve a poner en su sitio lo que aconteció.

Al extraviar el verso se tendrá que escribir otro 
aunque la propia sombra sea quien lo lea. 
Un hombre que abandonó su casa,  
 le queda custodiar la barca que lo trajo  
y restaurar con sus manos lo poco que aún le pertenece.


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